miércoles, 11 de junio de 2008

Los salarios, los precios y la dualidad monetaria.

Por PAVEL VIDAL ALEJANDRO*

El país se encuentra en un momento de intenso debate sobre los problemas que afectan a la sociedad cubana actual. Muchas han sido las opiniones recogidas luego del discurso de Raúl Castro el 26 de julio de 2007. En los diversos planteamientos surgidos, las dificultades económicas han tenido un alto protagonismo, entre ellas los bajos salarios, los altos precios y la dualidad monetaria; todas estas, variables monetarias.

Pareciera entonces que la política monetaria es uno de los principales instrumentos requeridos para hacer frente a dichas dificultades. Tales variables reflejan más bien problemas que han venido ocurriendo básicamente en el sector productivo o esfera real de la economía cubana, así como las políticas económicas que se han elegido para enfrentarlos.

Las circunstancias presentes aún le deben mucho a la crisis económica conocida como período especial. La política monetaria, efectivamente, tiene objetivos que cumplir para solucionar estos temas, pero siempre acompañando transformaciones estructurales en la economía. Los resultados que pudieran alcanzarse con las opciones monetarias disponibles son diferentes a las expectativas que sobre estos asuntos suele tener la población cubana. La prolongación del periodo especial ha generado una natural impaciencia, pero en política económica muy pocas veces se obtienen resultados inmediatos extraordinarios. Con el todavía insuficiente debate, presentación y discusión pública de las dificultades económicas internas no puede esperarse otra cosa que la “falta de cultura económica” en gran parte de los cubanos. Por ello, junto a las medidas administrativas, legales y de manejo de los instrumentos de la política económica que se ejecuten para enfrentar los problemas actuales, es necesario también incorporar una mayor transparencia expresada a través de políticas de comunicación pública que brinden una mayor cantidad de información y favorezcan el diálogo, el debate y no sólo la reiteración de las argumentaciones que pretenden sustentar las políticas oficiales.

Los orígenes :

El Estado cubano ofrece salud y educación gratuitas, en conjunto con otro grupo de servicios sociales que se ha priorizado aún en los momentos más críticos de nuestra economía. También existen otros bienes y servicios que se ofertan a precios subsidiados, entre ellos los productos distribuidos por la libreta de abastecimiento, pero que no llegan a cubrir todas las necesidades de consumo de una familia. El resto de la canasta de consumo debe ser adquirida en los mercados agropecuarios, en mercados estatales no normados que venden en pesos cubanos, a trabajadores por cuenta propia, en tiendas que venden en pesos convertibles y en el mercado informal. La gran mayoría de los cubanos, que son trabajadores o jubilados de empresas instituciones estatales, deben afrontar tales gastos con unos ingresos deprimidos en términos reales.

Y es aquí donde más se percibe una profunda y extendida crisis económica, que tuvo su origen en los inicios de los años noventa. Si bien el salario real ha venido recuperándose lentamente desde la segunda mitad de los noventas, el valor actual está muy por debajo del nivel del año 1989. Algunas estimaciones arrojan que el poder adquisitivo del salario promedio de hoy representa el 24 por ciento del nivel previo a la crisis. Algo similar ocurre con las jubilaciones y las pensiones.

La dualidad monetaria también comenzó con la crisis económica. Asociados a la crisis se crearon desequilibrios fiscales y monetarios que condujeron a un ambiente de alta inestabilidad económica. Se produjo exceso de liquidez, y al mismo tiempo, una hiperinflación en los mercados informales, a los cuales ya se veía obligada a acudir la población ante la escasez en los mercados estatales. Se estima que la inflación en los precios informales fue de 150 por ciento en 1991 y de 200 por ciento en 1993. La tasa de cambio del peso cubano se multiplicó por más de veinte, de 5 pesos por dólar llegó a superar los 100 pesos por dólar en las transacciones en el mercado negro. No era posible detener la agudización de la crisis y comenzar a restablecer el crecimiento de la economía con aquella inestabilidad. Se hizo necesario controlar el déficit fiscal, la expansión de la liquidez monetaria e implementar un grupo de medidas, parte de las cuales se instrumentaron en 1994 en un paquete conocido como medidas de saneamiento financiero.

Tales medidas resolvieron una parte de los desequilibrios monetarios, pero no bastaron. Los mayores impactos sucedieron en los mercados vinculados directamente a la población. Sin embargo, el alcance de las medidas en el sector empresarial fue muy bajo. Aún después de 1994, las empresas y los bancos seguían teniendo excesos de liquidez en pesos cubanos. Los precios mayoristas, las excesivas cuentas por pagar entre instituciones y la tasa de cambio oficial no se habían corregido; para las personas jurídicas un peso cubano seguía valiendo un dólar Estadounidense.

Fue necesario entonces dolarizar una parte de la economía, para brindar una moneda más estable y confiable que el peso cubano a las actividades económicas que iban a ser los motores de la recuperación. El turismo, la inversión extranjera, las remesas y otros sectoresemergentes empezaron a usar como medio de pago el dólar Estadounidense. De esta forma se intentaba aislar el desarrollo de tales sectores, de los desequilibrios e inestabilidades imperantes en el resto de la economía. Tanto la disminución del salarioreal como la dualidad monetaria obedecieron a estrategias que el país utilizó para enfrentar una colosal crisis económica que acumuló una caída del PIB de 35 por ciento en cuatroaños.

Había dos fines fundamentales en la estrategia de respuesta a la crisis: mantener en todo lo posible el gasto social y no efectuar un ajuste asimétrico que recayera sobre determinados grupos de la sociedad. Ante la magnitud de la crisis, un ajuste asimétrico hubiera representado llevar a la miseria a miles de familias. El ajuste se hizo de otro modo. En primer lugar, no se cerraron masivamente las empresas que como consecuencia de la crisis estaban con balances negativos. Se amplió un subsidio para cubrir las pérdidas empresariales y se instrumentó un proceso gradual de reestructuración industrial. Se siguieron pagando los salarios y se contuvolo que hubiera sido un enorme desempleo. En segundo lugar, el presupuesto salvaguardó losgastos en educación y salud, a pesar de que los ingresos fiscales se contrajeron.

Como consecuencia de la crisis el Estado no disponía de ingresos suficientes para pagar tales gastos. ¿De dónde salieron entonces los recursos para financiar las empresas en quiebra, sostener el empleo y conservar los gastos fiscales? Lo pagamos la inmensa mayoría de los cubanos, la mayoría de las familias aportaron para que no se diera un ajuste con desempleo y miseria.

Los subsidios por pérdida y los gastos sociales que no eran cubiertos por los ingresos fiscales, provocaron un déficit fiscal que de 1990 a 1993, representó como promedio, el 24.9% del PIB. Dado que el país tenía limitada su capacidad de acceder al mercado financiero internacional y que no existía en Cuba un mercado de deuda pública, el déficit fiscal se financió con un préstamo del Banco Central (en aquel entonces Banco Nacional) al presupuesto del Estado. Esaoperación se conoce como monetización del déficit fiscal, y conduce a un incremento inmediato de la liquidez monetaria en circulación, como consecuencia de que el Banco Central imprime dinero nuevo para entregárselo al presupuesto del Estado.

Este incremento excesivo de la cantidad de dinero en circulación, en momentos en que además decaía la producción, fue lo que provocó la hiperinflación en los mercados informales (los mercados que se legalizaron a partir de 1994 tomaron como referente de precios el mercado informal). El incremento de la inflación contrajo el salario real. También existió en determinados años el fenómeno conocido como ahorro forzoso, que hizo que algunas familias acumularan excesos de liquidez.

Así, la disminución de la oferta de bienes y servicios por parte del Estado “que incluía también el transporte y la vivienda” y la consiguiente necesidad de recurrir a mercados signados por un proceso hiperinflacionario, fue la manera principal en que la crisis se manifestó en la vida cotidiana del cubano.

El ahorro forzoso y la pérdida de valor del salario y la jubilación fueron las formas en que indirectamente la familia cubana financió el déficit fiscal y contribuyó a sostener el empleo y los servicios en educación y salud. La inflación constituyó una vía de traspaso de recursos desde la población hacia el presupuesto del Estado.

En teoría económica, este mecanismo de redistribución de recursos se llama impuesto inflacionario. Por supuesto, la política económica en aquel momento no podía impedir las consecuencias de una inevitable crisis económica, sino solamente administrar sus efectos. Desde el punto de vista del bienestar social probablemente la estrategia usada haya sido la manera óptima de enfrentar la crisis, pues se conservaron gastos sociales importantes, aunqueesto generó inflación. Sin que el peso cubano saliera de circulación, se dolarizó una parte de la economía, y de esta forma la inestabilidad monetaria no detuvo los sectores indispensablespara reactivar el crecimiento económico.

Aún cuando tales acciones intentaban distribuir los costos entre toda la sociedad, el ajuste no fue completamente equitativo. El sector estatal de la economía asumió el empleo y el pago de salarios aún cuando ello no se justificara desde el punto de vista de la eficiencia económica. A eso se le sumaron complicaciones ligadas a la crisis “mayores restricciones de divisa, pérdida de la mayor parte de las relaciones comerciales y financieras internacionales, desestimulo al trabajo, mayores presiones por el bloqueo estadounidense, etc.” y la ineficiencia latente en la empresa estatal cubana.

El escenario se fue agudizando con la emigración de parte de la fuerza trabajo calificada desde el sector estatal tradicional hacia otras actividades dentro de la economía y hacia el exterior. En suma, todo ello provocó una caída de la productividad del trabajo, que todavía hoy no ha logrado revertirse. Al mismo tiempo, se abrieron espacios de actividad económica que permitieron obtener ingresos fuera de los márgenes del Estado. En algunos casos significó un reconocimiento de algunas actividades que con la crisis se habían desplegado en el mercado negro. Se amplió el trabajo por cuenta propia; se distribuyó la mayor proporción del total de tierras cultivables entre las UBPC, las cooperativas y los campesinos individuales; y se fomentó el turismo, las remesas y la inversión extranjera. Apareció entonces una desigualdad entre las familias que tienen como fuente de ingresos los salarios asociados al sector estatal tradicional y las familias que obtienen ingresos provenientes de actividades no estatales y de áreas económicas emergentes. Adicionalmente, estimulado por los bajos salarios, se estableció una ilegalidad creciente que también es fuente significativa de ganancias para determinados grupos.

En general, el sector estatal tradicional mantuvo un diferencial de productividad negativo con respecto a otras actividades dentro de la economía nacional y también con respecto a actividades en el exterior. Tales divergencias de productividad han condicionado las diferencias entre los ingresos que se obtienen en uno y otro sector, y parecen ser una de las causas fundamentales de las desigualdades existentes en la sociedad cubana, junto a las ilegalidades.

La dualidad monetaria no es la causa de las desigualdades. Simplemente, los mayores ingresos

se han manejado en dólares y en pesos convertibles precisamente porque durante la crisis se dolarizaron los sectores de mejores perspectivas y productividad.

Una evidencia empírica de que el tipo de moneda no condiciona las desigualdades, se tiene en el hecho de que estas subsistieron a la sustitución del dólar por el peso convertible.

En la actualidad :

El sector emergente y las actividades no estatales que se ampliaron durante lacrisis de los 90, siguen siendo necesarias hoy en día para el desarrollo de la economía cubana. Por tanto, el camino para eliminar las desigualdades no es reducir estos espacios, más bien hay que extenderlos, siempre que se les cree un marco legal que ordene su funcionamiento y tributen al país. Asimismo, se requiere diseñar mejores políticas para aumentar los salarios y otras formas de retribución monetaria en la empresa estatal. De la misma forma que la relación desventajosa entre salarios y precios nació con la crisis, ella sólo podrá extinguirse con la paulatina recuperación de la economía cubana.

La política monetaria no es la pieza decisiva para recuperar el salario real, si bien es cierto que puede contribuir. En principio, es indiscutible que cualquier incremento de salarios no respaldado por la productividad conduce a inflación, quedando por tanto el salario real sin mejoría alguna. Tal inevitable relación es lo que ha conducido a una política cautelosa por parte de las autoridades económicas a la hora de decidir sobre aumentos de salarios. Pero hay algunos aspectos de tal política que pueden cambiar para hacerla más flexible e incentive más la productividad.

En primer lugar, tal y como ha sido propuesto en varias ocasiones en los debates recientes, se deberían descentralizar en alguna medida las decisiones sobre los niveles de salario y vincularlos más a los resultados económicos de cada empresa. Los trabajadores podrían apropiarse de una parte de las ganancias de la empresa estatal; lo cual atenuaría lo que se conoce en economía política como la no realización de la propiedad y que ha sido una de las grandes deficiencias del socialismo real.

La extensión de otras formas de propiedad también serviría a tal propósito. Por ejemplo, la multiplicación de las cooperativas, no sólo en la agricultura sino también en la esfera de los servicios, así como en pequeñas y medianas empresas en distintas ramas de la economía. El asunto salarial no es sólo cuestión de cantidades, sino que debe ser un gasto eficaz en la medida que verdaderamente estimule la productividad.

Es muy importante entonces que los aumentos de salario ocurran en un ambiente de participación e identificación de los trabajadores y empresarios con los resultados de la empresa. Segundo, la política monetaria debe evitar la deflación (disminución de los precios) y proponerse como objetivo final una tasa baja positiva de inflación.

Durante algunos años la economía cubana ha presentado deflación. En 1999, 2000, 2001 y 2003 la variación del Índice de Precios al Consumidor fue de -2.9 por ciento, - 2.3 por ciento, 1.4 por ciento y -3.8 por ciento, respectivamente cada año. Ello indica una política salarial y monetaria excesivamente restrictiva. Cada año con deflación es una oportunidad perdida para aumentar los salarios.

El salario nominal no tiene que crecer todos los años en el mismo porcentaje que lo hace la productividad, y mucho menos quedarse por debajo. Entre estas variables existe una relación en los dos sentidos: si no hay productividad no puede crecer el salario real, pero a su vez, un incremento de salarios constituye un estímulo a la productividad. Por tanto, es recomendable que el salario vaya un poco más adelante, para que con él se impulse la productividad.

Todos los años la política económica debería trabajar previendo una pequeña tasa positiva de inflación, planificando aumentos de salarios un poco mayores que la productividad esperada. Una política monetaria más flexible, con una meta positiva de inflación, tributaría más a la productividad. En la población existen reclamos de que disminuyan los precios. Sin embargo, tal política puede reducir el margen de beneficio del sector cooperativo y privado en la agricultura y desincentivar mayores volúmenes de producción. Además de que beneficia a todos por igual, a las familias de bajos y de altos ingresos. Una mejor opción para aumentar el poder adquisitivo del peso cubano es seguir incrementando directamente los salarios de los trabajadores del Estado que han sido los más perjudicados con la crisis y que es el sector con mayores problemas de productividad.

Tercero, se debe tener presente que las casas de cambio constituyen un mecanismo que puede ser aprovechado para transferir recursos desde los sectores que hoy presentan mayor productividad y dinamismo hacia las ramas con menos crecimiento, pero con perspectivas de mejores desempeños. La decisión de aumentar el salario no debe limitarse a las posibilidades de expandir la circulación mercantil minorista en pesos cubanos. Un destino importante de los incrementos más recientes de salario ha sido la compra, por parte de la población, de pesos convertibles en las casas de cambio.

El Estado, por tanto, debe usar los crecientes ingresos en divisas recibidos de la exportación de servicios profesionales para apoyar la demanda de pesos convertibles que generarán los nuevos aumentos de salario. En una economía centralizada, segmentada y con dualidad monetaria, las potencialidades subyacentes de soportar mayores incrementos de salario pueden perderse en la madeja de relaciones y precios fijados discrecionalmente, con múltiples circuitos actuando de manera fraccionada y desconectados del sector externo.

Otra contribución de la política monetaria estaría en erradicar, definitivamente, la doble moneda. La dolarización fue útil cuando había en la economía un ambiente de inestabilidad monetaria, cuando el país no contaba con un signo monetario propio estable y confiable.

Pero la política económica ha corregido el déficit fiscal hasta valores que se han ubicado alrededor del 3 por ciento del PIB y se han mantenido estables las tasas de cambio y los precios: la inflación promedio en los últimos siete años ha sido de 2.4 por ciento. Además, se ha consolidado el sistema financiero y la economía se encuentra en una senda positiva de crecimiento.

Ello permitió que de 2003 a 2004 se des dolarizara la economía. Sin embargo, en ese momento se sacó el dólar pero se mantuvo la dualidad monetaria, debido a que fue sustituido por el peso convertible, en lugar de por el peso cubano. Se quedaron las mismas dualidades pero con dos signos monetarios nacionales. Sin inestabilidad y sin dolarización no hay justificación para mantener dos monedas. La dualidad monetaria complica la contabilidad y la política económica tanto a nivel nacional como empresarial, distorsiona la medición financiera y por tanto todas las decisiones que de ella se derivan, esconde subsidios e impuestos que están incorrectamente asignados, impide relaciones y encadenamientos entre las empresas, debilita el mercado interno, desfavorece la expansión de las exportaciones, la sustitución de importaciones y limita la inversión extranjera, entre otros efectos contraproducentes.

Tres medidas esenciales deben ser asumidas en función de crear las condiciones cambiarias requeridas para que cese la doble circulación monetaria: devaluar el tipo de cambio oficial, actualmente sobrevalorado, unificar ese tipo de cambio con el tipo de cambio de Cadeca y darle convertibilidad al peso cubano en el segmento empresarial, permitiendo que las instituciones puedan comprar divisas con sus ingresos en pesos cubanos.

Tales acciones generan tensiones sobre la economía, pero aún siendo bien administradas, resultarían muy inferiores a los beneficios de retornar a una situación monetaria normal de una sola moneda.

Como balance final, diremos que si durante la crisis económica de los 90 el país hubiese priorizado la eficiencia empresarial y el equilibrio fiscal y monetario, seguramente no hubiese caído tanto la productividad y el salario del sector estatal, y probablemente tampoco se hubiera requerido de la dolarización y la dualidad monetaria. Pero en cambio, se hubiese inducido un alto desempleo y la miseria para múltiples familias.

La estrategia alternativa usada evitó tales costos sociales; pero generó ilegalidades y emigración de la fuerza de trabajo, asociadas ambas a los bajos salarios; se creó un círculo vicioso entre baja productividad y bajos salarios, del cual cuesta mucho trabajo salir; además, están todos los efectos perversos mencionados de la dualidad monetaria. En principio, la estrategia implementada generaba menos desigualdades, no obstante, la baja productividad del sector estatal tradicional y las ilegalidades también han provocado desigualdades en los ingresos familiares.

Si bien en un inicio los beneficios de aquella estrategia ante la crisis superaban los costos, la extensión y acumulación en el tiempo de estos últimos parece arrojar hoy un balance inverso. Las políticas implementadas parecen haber sobrepasado el momento para el cual ellas fueron diseñadas y fueron útiles. La crisis económica y la inestabilidad monetaria en los 90 demandaron un grupo de acciones necesarias socialmente, sin embargo, hoy en día muchas de ellas no tienen sentido en un contexto de estabilidad monetaria y recuperación del crecimiento económico. La eliminación de la dualidad monetaria, y una política monetaria y salarial más flexible, acompañadas de reformas estructurales, sumarían beneficios al desarrollo de la economía cubana y por ende a la paulatina solución de muchas de las carencias y dificultades que hoy nos agobian.

* Doctor en Economía, profesor e investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana, de la Universidad de La Habana.



3 comentarios:

Que pasa Miami? dijo...

buen blog

Bauta dijo...

Papas:
La descentralización de la economía debe ser el paso más apremiante. Inmediatamente después tiene que venir la apertura política y la instauración de leyes que protejan e incentiven la propiedad y el mercado privados. De otra forma, creo que seguiremos arando e el mar.
Saludos!

Aguaya dijo...

La “falta de cultura económica” no solo es característica de gran parte de los cubanos sino de casi la totalidad de los que los dirigen. Deberían pasar por aquí a leer este post y otros que has publicado en tu blog.......

Saludos desde Berlín!

 
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